Sandía

La sandía (Citrullus lanatus) es una fruta tropical de la familia Cucurbitaceae, cultivada por su pulpa jugosa, dulce y refrescante, compuesta en más del 90% por agua. Es originaria del África tropical y subtropical, donde se utilizaba como fuente de alimento e hidratación, y desde allí se expandió hacia Asia y Europa.

El cultivo de sandía requiere temperaturas entre 22°C y 30°C, sin descender de 15°C ni superar los 35°C, con pleno sol y lluvias moderadas o riego controlado. Se adapta a suelos franco-arenosos o franco-limosos, bien drenados, con pH entre 6.0 y 7.0, profundidad mínima de 50cm y alta materia orgánica. El riego debe ser moderado y constante, especialmente en floración y formación de frutos, evitando encharcamientos que favorecen pudrición y enfermedades fúngicas. La nutrición incluye N, P y K, además de micronutrientes como Ca, Mg, Zn, B y Fe, aplicados según análisis de suelo. Se puede sembrar de forma directa o por trasplante, con distancias de 1.5–2m entre plantas y 2–2.5m entre surcos. El acolchado mejora humedad, control de malezas y calidad del fruto. El manejo fitosanitario debe enfocarse en plagas como mosca blanca, trips y gusano cogollero, y enfermedades como fusarium, mildiu, antracnosis y virus del mosaico.

Nitrogeno (N)

Estimula crecimiento vegetativo y formación de hojas.

Potasio (K)

Nutriente más demandado; mejora dulzura, firmeza y resistencia del fruto.

Fósforo (P)

Promueve desarrollo radicular, floración y cuajado.

Calcio (Ca)

Fortalece tejidos, previene rajado y mejora calidad del fruto.

Magnesio (Mg)

Esencial en fotosíntesis y metabolismo energético.

Zinc (Zn) y Boro (B):

Clave en floración, cuajado y desarrollo de frutos.

Hierro (Fe):

Participa en síntesis de clorofila y vigor vegetal.

Requerimientos nutricionales.

Sandía

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