LIMÓN PERSA
El cultivo de limón persa (Citrus latifolia, también conocido como limón Tahití o limón sin semilla) es una actividad agrícola de alto valor comercial, especialmente en regiones tropicales y subtropicales como México, donde destaca por su demanda en mercados nacionales e internacionales.

El cultivo de limón persa requiere temperaturas entre 20 °C y 32 °C, humedad relativa moderada (60–80 %) y exposición solar directa. Se adapta a suelos franco-arenosos o franco-limosos, bien drenados, con pH entre 5.5 y 7.5, profundidad mínima de 1 m y alta materia orgánica. El riego debe ser regular, preferentemente por goteo, evitando encharcamientos que favorecen pudrición de raíces. La fertilización debe incluir nitrógeno, fósforo y potasio, además de micronutrientes como zinc, hierro, magnesio, boro y calcio, aplicados según análisis de suelo. El manejo agronómico contempla poda, control de malezas y vigilancia fitosanitaria contra plagas como minador, ácaros y mosca de la fruta, y enfermedades como gomosis y tristeza de los cítricos. Se recomienda plantar al inicio de lluvias, con distancias de 5–6 m entre árboles, y la cosecha inicia entre los 18 y 24 meses, cuando el fruto alcanza tamaño y color comercial.
Nitrogeno (N):
Estimula crecimiento vegetativo, brotes y follaje.
Potasio (K):
Mejora calidad del fruto, firmeza, resistencia y rendimiento.
Fósforo (P):
Favorece desarrollo radicular, floración y cuajado.
Calcio (Ca):
Fortalece paredes celulares, previene pudrición de raíz.
Magnesio (Mg):
Clave en fotosíntesis y formación de clorofila.
Zinc (Zn) y Boro (B):
Vitales para floración, cuajado y desarrollo de fruto.
Cobre (Cu):
Importante en procesos enzimáticos y defensa vegetal.
Hierro (Fe) y Manganeso (Mn):
Participan en metabolismo energético y síntesis de clorofila.








